lunes, 21 de junio de 2010

Glorieta García Sanchís y Convento de las Clarisas


Convento de las Clarisas



Portada de la Iglesia del Convento de las Clarisas en la Glorieta de García Sanchis




Glorieta García Sanchis


García Sanchiz fue charlista, una profesión, por así decirlo, que él mismo acuñó con su quehacer, específico y en realidad inimitable.
 A mitad de camino entre la conferencia y el monólogo, el género de la charla nos remite a un tiempo donde el público llenaba teatros, grandes salones sociales, enormes aulas universitarias para asistir durante no menos de dos horas, al alarde oratorio, tan retórico como ameno, de un hombre que unía erudición, cultura, garra y una gran capacidad para dominar los recursos gestuales de comunicación con el público. 







Los años veinte y treinta, y tras la guerra española hasta bien entrados los cincuenta, fueron los épocas de su gran triunfo. El conferenciante llevó a cabo extensas giras por todos los continentes y, singularmente, por los países de habla española: toda Iberoamérica adoraba sus charlas, que fueron muy bien remuneradas y que en ocasiones iban acompañadas de actuaciones musicales o de recitales de danza clásica española. García Sanchiz, que fue académico de San Carlos y miembro de la Real Academia de la lengua, introdujo en el diccionario el término charla para su fórmula de actuación ante el público y el verbo españolear para definir su peculiar manera de esparcir por el mundo los valores culturales, artísticos, sentimentales y líricos del alma española clásica.





Libros, viajes, distinciones académicas, recepciones, docenas de charlas y más docenas de habanos, jalonan treinta y seis años de actividad pública de un valenciano que alcanzó fama universal y que al final de sus días regresó al periódico donde encontró el primer apoyo. Murió, desafortunadamente, muy pronto: en junio de 1964, a los pocos meses de reanudar su contacto con los lectores de esta casa.


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